sábado, 25 de abril de 2015

¿POR QUÉ ALGUNOS TEMEN MÁS A LOS CARBOHIDRATOS QUE AL MATRIMONIO?

Las relaciones y decisiones forman parte del día a día en nuestras vidas. Desarrollamos distintos tipos de vínculos hacia las personas con las que nos relacionamos y constantemente se nos presentan situaciones en las que debemos acotar alguna decisión u otra. A causa de esto, en ocasiones nuestras relaciones no resultan ser a lo largo del tiempo aquello que con expectativas y sueños habíamos planteado… y por cosas que tiene la vida, no todo siempre acaba color de rosa. Y si en cuanto a las relaciones personales nos equivocamos, en nuestra relación con la alimentación en ocasiones tampoco tomamos la mejor decisión para el futuro, ya que, en cierto modo, también creamos vínculos con los alimentos que tenemos en nuestro entorno.

¿Cuántas veces habrás oído la frase (o una similar) “pero, ¿los carbohidratos no engordan”? Para vuestra tranquilidad, los carbohidratos no engordan… engorda quien los come… y seguramente por hacerlo en exceso. No obstante, el control de peso tiene más candidatos a posibles culpables que un mero componente de la dieta, como viene a ser el caso de una alimentación desequilibrada o de pobre calidad, el sedentarismo o la poca actividad física a diario, enfermedades o situaciones fisiológicas de cambios hormonales, etc. Aun así, esta especie de miedo a los carbohidratos se lleva reflejando muchas veces en algunos tipos de dietas que se plantean para cada temporada veraniega, ya se les quiera llamar dieta Dukan, hiperproteica o cualquier nombre que resulte más cómodo para cada uno. Tampoco es de extrañar que se tenga un rechazo similar a otros componentes como las grasas, por ejemplo, al ser otro de los nutrientes energéticos que nos aporta la dieta. Sin embargo, tanto el grupo de los carbohidratos como el de las grasas tienen unos cuantos integrantes que no son iguales en sus efectos sobre el organismo.

Los carbohidratos se encuentra en muchos alimentos y en diversas cantidades, exceptuando carnes, pescados, huevos, aceites y grasas sólidas (como la mayoría de nutrientes: por eso la nutrición viene a ser como un juego de piezas). Entre varias funciones, su papel principal es contribuir a mantener unos niveles adecuados de glucemia en sangre (o concentración de glucosa en sangre) para que algunos órganos, que sólo pueden usar glucosa como combustible, puedan “ir en marcha”. La glucosa en sí misma no es un nutriente esencial para el organismo, es decir, que no necesita ser incorporada “tal cual” a la dieta, ya que puede ser obtenida de carbohidratos complejos y sintetizada a partir de algunos aminoácidos (pero en ningún caso de las grasas). En esto se basan las dietas hiperproteicas en su conjunto, quitan carbohidratos, y provocan una situación que no es la más idónea para parte de nuestra maquinaria como el hígado y el riñón. ¿Por qué esto y con estos órganos? Pues porque básicamente son los que trabajan en la metabolización (o cambios) y en la eliminación de los aminoácidos (que vendrían a ser las perlas que forman el collar de proteínas)… y si les damos más aminoácidos, más trabajo deben hacer y más “estresados y saturados” irán… ¿o no nos pasa a nosotros también a nivel laboral? Por tanto, la relación hiperproteína-salud no es muy idílica y tarde temprano acabará en crisis y en ruptura.

En el colegio nos hacían a veces preguntas del tipo comparativas con los pesos, como por ejemplo, si pesaba más un kilo de acero que un kilo de plumas, y según a partir de qué edad que tuviésemos resultaba más sencillo o evidente responder a la pregunta con acierto, pero… a pesar de que pesan lo mismo, o cuantitativamente son equivalentes, en calidad no lo son, ya que los dos materiales son distintos; pues con los carbohidratos en este caso pasa algo similar. Respecto a la calidad de los carbohidratos existen dos grupos: los complejos y los sencillos.

Los carbohidratos sencillos son los más pequeños en su estructura (azúcares como glucosa, fructosa, galactosa, sacarosa, lactosa, etc.) y se absorben más rápido a nivel intestinal y, por tanto, llegan antes a la sangre en forma de glucosa principalmente… pero cuanto más rápido llegan a la sangre, más rápido se van. Esto produce subidas y bajadas bruscas de glucosa en la sangre que no favorecen nada nuestro metabolismo. Sin embargo, los carbohidratos complejos también llegan como glucosa a la sangre pero de forma más paulatina (los más rápidos los que provienen de alimentos refinados y los más lentos los que provienen de alimentos integrales). Al tardar un poco más en llegar y circular de manera más constante por la sangre, como deberían ir los coches en una carretera, producen una respuesta metabólica mejor. De esta manera, no será lo mismo que de la energía que consumimos en forma de carbohidratos pesen más los carbohidratos complejos a que pesen más los sencillos, estos últimos deben tomarse en pequeñas cantidades (procedentes preferentemente de frutas, verduras y algún otro alimento que los contenga de forma natural). Y lo que es muy importante, en su conjunto deben tomarse en la cantidad necesaria (ajustada a cada persona), pues el exceso será almacenado por el cuerpo convirtiéndolos en grasa y hospedándose bajo el famoso michelín.

Así, en realidad todo es cuestión de equilibrio y de evitar excesos, igual que en otros ámbitos de la vida. Los carbohidratos no tienen porqué eliminarse de la dieta, pero sí tomarlos de forma adecuada, siendo mejor los carbohidratos complejos procedentes por ejemplo de pan integral, cereales integrales o legumbres y los sencillos de frutas, verduras o miel, evitando alimentos con azúcares añadidos. En la alimentación se trata de disfrutar de lo que comemos y compartimos, actuando con algo de conocimiento y buenas decisiones día a día.

Jonathan Hernández
Dietista-nutricionista
@jhernasa19


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