martes, 14 de octubre de 2014

ALIMENTOS FUNCIONALES: ¿SON REALMENTE LO QUE DICEN SER?

A menudo acudimos a las grandes superficies de alimentación y llenamos la cesta de la compra con multitud de productos que destacan alguna característica nutricional en sus etiquetas. Para esto, se hacen valer de mensajes que buscan atraer la atención del consumidor, las denominadas declaraciones nutricionales y declaraciones de propiedades saludables. Y es que, sin apenas percatarnos, el estilo de vida actual y la creciente preocupación por la calidad de vida y el nivel de bienestar han hecho que la población busque, cada vez más, una alimentación sencilla, saludable y rápida. Bajo este contexto, los alimentos funcionales se han ido introduciendo poco a poco en nuestra dieta habitual, estando presentes en la mayoría de los menús familiares. 

Así, los alimentos funcionales son aquellos que presentan un incremento, una disminución o una eliminación de algún componente determinado, aportando así una propiedad beneficiosa para la salud del consumidor. También aquellos que hacen mención a alguna propiedad saludable del alimento en cuestión de alguno de sus ingredientes. Actualmente, encontramos en el mercado productos que han sido modificados para lograr una reducción de su aporte en azúcares o grasas, los denominados light o 0%, y que van dirigidos a las personas que se preocupan por su imagen o peso corporal. Junto a estos, también se hayan aquellos productos a los que se les ha añadido algún micronutriente (vitaminas y minerales) u otros componentes beneficiosos para la salud (como los esteroles, por ejemplo). Otros, como los que declaran contenido en probióticos o prebióticos, destacan la presencia de un cultivo de microorganismos o de fructoligosacáridos involucrados en la salud intestinal. 

Todas estas modificaciones a nivel de composición nutricional son utilizadas por las empresas alimentarias para lanzar sus mensajes o declaraciones nutricionales, que están regulados a nivel europeo por el Reglamento 1924/2006 (1) con el fin de evitar la divulgación de falsos mensajes que puedan confundir al consumidor. Sin embargo, esta normativa no menciona, cómo debería ser, el resto del perfil nutricional del producto, que frecuentemente se encuentra “enmascarado” bajo la declaración nutricional. Con esto, es común la presencia de productos funcionales que lanzan mensajes ensalzando uno de sus nutrientes dejando al descubierto un perfil nutricional global a veces no del todo equilibrado o saludable, donde la cantidad de azúcares, grasas, grasas saturadas y sodio pueden estar presente en una gran proporción.


Los alimentos funcionales se encuentran sobre todo en categorías como los lácteos, los cereales de desayuno, las galletas, las bebidas, los derivados cárnicos, las grasas (margarinas y similares), los condimentos (salsas) y los snacks. De modo que en los últimos años han aparecido mensajes como “disminuye el colesterol”, “ayuda a mejorar la densidad ósea”, “ayuda a tu sistema inmunitario” o “mejora tu flora intestinal” que pueden provocar confusión en el consumidor a la hora de escoger estos productos o, incluso, una falsa necesidad. Pero, ¿son necesarios?, ¿compramos por el estímulo publicitario? y, sobretodo, ¿son realmente lo que dicen ser? 

Así pues, hemos realizado una comparativa de este tipo de productos comprobando cómo categorías de productos tales como cereales de desayuno, lácteos, galletas o snacks, lanzan mensajes como “bajos en azúcares”, “0% materia grasa”, “light”, “ricos en vitaminas o minerales” o “fuente de fibra”, a menudo enmascarando una composición nutricional global desequilibrada, o por lo menos no tanto como el consumidor podría esperar. Por ejemplo, productos en los que se ha reducido los niveles de azúcares simples con el fin de atraer a un consumidor preocupado por el peso corporal pueden presentar cantidades de grasa más elevadas que los homólogos convencionales (sin ninguna declaración nutricional), provocando así que el contenido calórico sea mayor. Esto es justo el efecto contrario que buscamos si nuestro objetivo es la pérdida o el control del peso.

Podemos ver un ejemplo en esta comparativa de dos barritas energéticas que encontramos en el mercado actual: 

Por 100g
ENERGÍA
HIDRATOS DE CARBONO
AZÚCAR
GRASA
GRASA SATURADA
FIBRA
SODIO
DECLARACIÓN NUTRICIONAL
BARRITA 1
494 kcal
60g
41g
25g
14g
3.1g
200mg
¡99kcal por barrita!”
BARRITA 2
393 Kcal
70.7g
30.1g
7.2g
3.9g
4.3g
320mg
Enriquecida en calcio, 5 vitaminas y hierro”

Podemos observar como la “Barrita 1” lanza un mensaje ensalzando la cantidad de energía que aporta con el objetivo de atraer a un público preocupado por su peso. Sin embargo, analizando la “Barrita 2” vemos como esta última presenta una menor cantidad de azúcares y grasas, haciendo que el contenido calórico sea menor. La “barrita 2” no lanza ningún mensaje para las personas preocupadas por el control del peso.

En situación paralela se encuentran aquellos productos enriquecidos en macro o micronutrientes. En este caso, el hecho de consumir un producto al que se le ha añadido vitaminas y minerales, o que destaca su contenido en fibra alimentaria u otros componentes (ácidos grasos, proteínas) nos puede llevar a la ingesta indirecta de la resta de nutrientes que componen el producto. Lo que es más, a menudo se necesita un consumo muy elevado de estos productos para alcanzar las ingestas diarias recomendadas para los diferentes micronutrientes, lo que llevaría a un mayor consumo indirecto de azúcares, grasas, grasas saturadas y sodio en una población española en la que, según las últimas encuestas alimentarias ya abusa de ellos.

En conclusión, se debe lanzar el mensaje de que con una dieta equilibrada en la que se incluyan todos los grupos de alimentos se puede alcanzar las ingestas diarias recomendadas. El consumo de nutrientes como vitaminas, minerales o fibra alimentaria debe ser principalmente a partir de matrices alimentarias que naturalmente son fuentes de ellos, tales como frutas, verduras o cereales integrales; y que presentan un perfil nutricional global más saludable. Los alimentos funcionales pueden complementar la dieta en alguna ocasión y podrían ser de gran ayuda en algunas situaciones concretas, siempre y cuando cumplan con el requisito de un perfil nutricional adecuado. Aún así, aún queda mucho terreno por recorrer a la espera de mayores estudios acerca del grado de absorción, digestión o biodisponibilidad de estos productos. Debemos adoptar una postura crítica y no dejarnos influenciar por las campañas publicitarias, nuestra salud y el bolsillo nos lo agradecerá.

Jordi Costa
Dietista-nutricionista

(1) Reglamento (CE) Nº1924/2006 del Parlamento Europeo y del Consejo relativo a las declaraciones nutricionales y de propiedades saludables de los alimentos. Diario Oficial de la Unión Europea L 404 (18-01-2007)


lunes, 6 de octubre de 2014

EDULCORANTES: ¿BUENOS O MALOS?

Durante los últimos días he visto en diversas fuentes la noticia que va desfilando por allí sobre un estudio de la revista Nature (1) referente a la sacarina (y otros edulcorantes artificiales) y sus efectos “no muy healthies” por decirlo de alguna manera, que relacionan el consumo de estas sustancias con modificaciones en la microbiota intestinal (aquellos bichitos que según una marca mantienen nuestras barrigas felices), y que pueden conducir a un aumento de peso, dificultar el control de los niveles sanguíneos de azúcar y aumentar el riesgo de padecer diabetes tipo 2. Es curioso como se dice en algunas fuentes de estas noticias que no deben saltar las alarmas, pero si nos ponemos a leer es inevitable sentir preocupación según cómo lo van comentando. Y lo peor de todo es que en ocasiones se puede inducir a error o generar falsas creencias.

Por una parte, no es menoscabo destacar que el estudio ha sido realizado en RATAS; unos animalitos que tanto uso tienen en el laboratorio y con una superficie corporal muy distinta a la de un humano adulto, y con un metabolismo muy diferente al nuestro, y que las dosis que se toleran de una sustancia varían significativamente: es decir, si a las ratas les damos las dosis que tolera normalmente un ser humano (cantidad basada en la IDA o ingesta diaria admisible de cada sustancia) no es de extrañar que algo malo les pase, ¿O alguien de nosotros ha probado beber la cantidad de agua que bebe un elefante y ver qué tan saludable es? Sí que es cierto que para poder hacer estudios en seres humanos hay que pasar por una serie de ensayos previos en los que se incluyen los estudios con animales, y pese a que en este mismo estudio se realizaron pruebas en 7 voluntarios, es un número de individuos que a nivel estadístico no es en absoluto significativo, y que como bien otros han comentado, el efecto ha sido evaluado durante un período muy corto (entre otros aspectos de diseño del estudio) (2). 

Según una de las fuentes, uno de los investigadores encargados de susodicho estudio respondió que no habían analizado la estevia y que no podían especular sobre sus efectos en la flora intestinal, comentándose luego que la estevia es un edulcorante de origen “natural” y la sacarina y el resto artificiales (3): ¿Es posible que de alguna manera también se esté intentando reforzar la fama de la estevia frente a los otros edulcorantes? Con todos mis respetos, la pastilla que uno toma de estevia muy natural no es (no es un formato propio de la naturaleza), y la planta estoy seguro que muy dulce tampoco debe de ser. 

Además, es importante resaltar que la ingesta diaria admisible de la estevia es mucho menor que la del resto de edulcorantes (10 veces menos que el aspartamo) es decir, a dosis más bajas que el aspartamo podría ser más tóxica (¡Que sorpresa!). Para quien lo dude, le convido a leer la reglamentación (4). Desde el punto de vista de seguridad alimentaria, los edulcorantes artificiales están bastante controlados por la Comisión Europea y la EFSA (European Food Safety Authority – Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) en cuanto a aspectos de toxicidad, con unos criterios muy rigurosos que nos pueden mantener tranquilos en cuanto lo “dañino” de ellos. 

Si bien este tipo de efectos fisiológicos que se plantean con este estudio podrían estudiarse quizás más, es importante tener en cuenta muchos otros factores a la hora de hablar de este tipo de asuntos en nutrición, básicamente porque nuestra alimentación se basa en una mezcla de muchos alimentos con muchos componentes que interaccionan entre sí (y no solo de uno como fueron alimentados estos ratones), y que muchas de estas interacciones son difíciles de determinar a grandes escalas como es el ser humano. Quizás esto responda de alguna manera a lo que se mencionaba en una de las fuentes de prensa (supuestamente por parte del investigador responsable): (…) ha admitido que “durante años he estado tomando grandes cantidades de café y consumiendo edulcorantes pensando que no eran perjudiciales y personalmente he tomado la decisión de dejar de consumirlos”.

No parece razonable que se promulguen este tipo de comentarios que puedan inducir a malas concepciones anticipadas en la población sobre los alimentos, más aún cuando hay presentes tantas tendencias y modas sin una base sustentable. Hablar de nutrición no es fácil, y menos aún dar consejo, porque se deben tener en cuenta muchos factores, y obviamente (como oí una vez de pequeño) todo exceso es un error; es decir, el problema no está en la cosa en sí, sino en el uso que se le puede dar… y tal como decía en su momento Paracelso, “la dosis hace al veneno”. No hay más declaraciones su señoría.

Jonathan Hernández
Dietista-Nutricionista
Bibliografía: