sábado, 28 de febrero de 2015

CONSEGUIR EL PESO IDEAL ¿REALMENTE TODOS LOS CAMINOS LLEVAN A ROMA?

Reflexiones de Jonathan Hernández, dietista-nutricionista. 

El ser humano tiene una impresionante capacidad para ingeniar diversidad de métodos para resolver un mismo asunto, pero no todos ellos tienen la misma eficacia a la hora de los resultados. Un ejemplo sencillo puede ser el intentar coger una olla que está en lo alto de un mueble al que no llegamos y entre medio de otros utensilios. Una opción sería coger un taburete o algo estable y que nos permita llegar y quitar los utensilios que se encuentran por encima para retirar el deseado, otra sería trepar el taburete y quitar la olla directamente de un tirón o, trepar los muebles del costado y sacarlo de un tirón. Hay muchas maneras de actuar ante esta sencilla situación, pero ¿cuál resulta más lógica?, ¿con cuál nos haríamos menos daño?, ¿cuál de ellas nos ha recordado más a nuestra conducta? Seguramente la mayoría habrá concluido que la primera opción es la mejor, por más segura y racional… pero estas cosas in situ no siempre ocurren, y por lo visto, ante el tema de la pérdida o el control de peso tampoco hay una grata excepción.


Hace un tiempo salió en unos medios de comunicación una de las modas que marcó tendencia en algunos casos aquí en España y otros países: la llamada dieta de la sonda, mediante la cual se le introducía a los pacientes una sonda nasogástrica y se les alimentaba por esta vía con un preparado de unas 900 kcal aproximadamente (con unas proporciones desproporcionadas de macronutrientes y muy pobre en micronutrientes, esenciales para nuestra salud). De esta manera, los pacientes (con sobrepeso, pero sin patologías crónicas asociadas o mayores complicaciones digestivas) no podían ingerir alimentos vía oral: una lástima, porque con el placer que produce saborear los alimentos y probar las distintas texturas que pueden ofrecer. 
 

Sin embargo, esta moda no muy extendida al parecer no fue lo suficientemente chic, con lo cual han sacado hace poco otra nueva más para casos de obesidad: el método aspire. Recientemente, en un programa televisivo (minuto 20.50: http://www.rtve.es/alacarta/videos/la-manana/manana-primera-parte-13-02-15/2996999/) se enseñó cómo en EE.UU y Europa (ya con unas 300 personas, y otras en lista de espera y poco a poco aquí va cogiendo adeptos) se implanta a los individuos una bolsa que atraviesa el estómago y extrae el interior (jugo gástrico y alimentos ingeridos) por un método de succión por así decirlo. De modo que, a grandes rasgos, se podían ingerir los alimentos que se deseasen y las cantidades que se deseasen (un atracón en toda regla), y luego utilizar la válvula de este artefacto para que succionase el contenido gástrico (según como uno lo regule, desde un 30 % a todo quizás), evitando que esto llegase al intestino y se absorbiese: un método muy bulímico parecido a lo que hacían antiguamente los romanos para poder comer más alimentos en los festines (como bien lo comentaba una sanitaria que presenció el programa). Lo curioso o no tanto de estos métodos es que son auspiciados por personal sanitario (médicos básicamente), sin considerar las repercusiones que puede tener en la salud de estas personas al utilizar estos mecanismos agresivos sin una base razonable de uso o necesidad alguna. De hecho, en este caso particular, el riesgo de sepsis o infección es enorme, además de otros cambios metabólicos que no se tienen en cuenta; cuando solo se quiere “perder peso” no se pesan los efectos de la metodología (quizá no les vendrá mal ver “Érase una vez el cuerpo humano”). 
 

No es menoscabo decir que ante la pérdida de peso no se discrimina qué se está perdiendo, porque nuestro cuerpo se compone de materia grasa, masa muscular, agua, minerales… y no siempre se pierde lo primero de esta lista (de hecho, nuestra naturaleza de seres humanos hace que ésta sea bastante difícil de perder en comparación al resto). 
 

El mantener/controlar/bajar/subir el peso es una tarea muchas veces difícil y requiere un abordaje integral de cada cosa (estado de salud, alimentación, actividad diaria, práctica de ejercicio físico, entorno social, motivación del paciente…) con lo cual debe haber una terapia multidisciplinar de cada caso, y en lo que respecta a la alimentación, el primer paso es ver sobre qué camino vamos andando, y con la educación nutricional, darle otras direcciones y rutas alternativas más seguras por las cuáles nos podemos encaminar según el destino al que queremos visitar. Y seamos conscientes también de que en el camino hay más cosas por ver, sorpresas que encontrar, etcétera… pero lo que no podemos pretender es llegar a Roma lanzados en un cañón desde Barcelona, o cualquiera que sea el punto de partida, sin importarnos nada en qué estado llegamos a nuestro objetivo.

domingo, 1 de febrero de 2015

LO CHIC DEL "SIN GLUTEN"

No sólo las prendas generan tendencias y marcan nuevas modas, sino también las prácticas “que molan” en la alimentación; la mayoría de ellas a día de hoy bajo el calificativo de “healthy” sin fundamento científico alguno. Y es que por lo visto, a la sociedad le encanta tener villanos en sus historias, y los alimentos no son la excepción de este drama… incluso algunos nutrientes o componentes alimentarios también juegan este rol. Este es el claro ejemplo del gluten, una proteína que ha ganado una mala fama en ciertos grupos de la población porque a alguien se le ocurrió la ingeniosa idea de este villano mientras tramaba su historia. 

Es cierto que existe un grupo en la población que presenta una sensibilidad a este componente que se encuentra especialmente en el trigo (y sus especies), el centeno y la cebada; la avena en cambio no es un cereal que contenga gluten, pero puede verse “contaminado” con estos otros cereales en el proceso de recolección, transporte o producción. Por ello, estas personas se ven beneficiadas ante la seguridad de que un alimento declare que está exento de gluten, o que al menos presente valores reducidos.

Por eso, la transmisión de este tipo de información es importante para aquellas personas, que por un tema meramente de salud (y diagnosticado clínicamente), tengan que restringir su dieta por una alergia como la del trigo, o por la enfermedad celíaca, conocida comúnmente como “intolerancia al gluten” (pese a que esta acepción no es del todo correcta al ser más bien una alergia). Sin embargo, por las pasarelas de la alimentación circula la corriente de que una dieta sin gluten es más saludable para la población en general, alegando que este descarado villano (el gluten) es culpable de muchos problemas y síntomas, que son precisamente los que se manifiestan en la enfermedad celíaca, por ejemplo, pero no en la población sana.

Pero, ¿sabían los espectadores que ese villano puede convertirse en un producto que consumen de manera habitual los vegetarianos? El gluten (en la foto superior) puede transformarse en seitán (figura inferior), un producto que se obtiene después de horas de lavado de la harina de trigo y que se considera la “carne de los vegetarianos” (y por lo visto, a ellos no les ha sentado tan mal en su salud).


A pesar de que el gluten no es ningún criminal para la población sana, muchas personas han optado por una dieta libre de gluten como un estilo de vida (sin tener la necesidad de hacerlo), lo cual es respetable teniendo en cuenta que cada uno está en su derecho de regir su alimentación según sus convicciones (y siempre y cuando se lo pueda permitir económicamente… porque comer productos sin gluten muy barato no es). Lo que no se puede permitir es que se reclame que supone un beneficio para la salud de aquellos que no presentan dichas patologías relacionadas cuando NO hay evidencia de ello.

Para que resulte más gráfico que los productos procesados sin gluten no son necesariamente más saludables que otros normales (o convencionales), en la siguiente tabla se recogen datos de la información nutricional de productos muy fáciles de encontrar en el supermercado.

Tabla 1. Comparación composición nutricional de productos sin gluten y convencionales de la misma categoría (valores expresados por 100g de producto)

Producto Alimenticio
Energía (Kcal)
Azúcares (g)
Grasas Saturadas (g)
Sal (g)
Galleta María s/gluten
444
29,3
1,3
0,30
Galleta María Convencional
464
19,3
5,8
0,95
Galleta Rellena s/gluten
499
31
15
1,00
Galleta Rellena Convencional
480
38
9,8
0,90
Bizcocho con chocolate s/gluten
440
35
13
0,33
Bizcocho con chocolate Convencional
373
39
8,7
0,9

Si bien es cierto que los productos han sido cogidos aleatoriamente, es fácil ver cómo los productos sin gluten pueden aportar cantidades considerables de ciertos nutrientes (como los azúcares, las grasas saturadas y la sal) que están relacionados con ciertas enfermedades crónicas (diabetes, obesidad, etc.) al igual que productos convencionales del mercado, con lo cual, si no sabemos leer y comparar las etiquetas de los productos, es difícil que sepamos afirmar cuál es mejor que cuál (grosso modo).

No es de extrañar que si eliminamos un componente de un alimento, como en este caso la proteína (y que aporta propiedades al alimento, como la unificación de la masa), se tenga que sustituir por otros (ej., grasas) que hagan que el producto final se parezca a un producto normal. Debido a esto mismo, los consumidores que son sensibles al gluten piden alternativas más saludables de sus productos y que presenten un aspecto similar al de productos normales (muchas veces los productos sin gluten utilizan harina de maíz que es menos panificable y se obtienen tamaños y texturas diferentes), con lo cual también resulta considerable tener en cuenta las necesidades de estos consumidores.

Por su parte, las entidades legislativas han considerado necesario, en base al reglamento nº 1169/2011 sobre etiquetado obligatorio (y en lo que concierne a la información del contenido de alérgenos en los productos alimenticios), que se transmita de manera correcta la información en los productos que están destinados a personas celíacas, según también se dicta en el nuevo reglamento nº 828/2014, para así, de alguna manera, controlar los mensajes o declaraciones que pueden acompañar a estos productos y el contenido en gluten permitido (y así evitar inducir a error al consumidor). Puede que las tendencias de estos escaparates tengan su beneficio en el hecho de que aumente la preocupación de los establecimientos colectivos por ampliar la carta de productos incluyendo los sin gluten, y esto conduzca a que las personas afectadas por la enfermedad puedan disponer de una mayor oferta gastronómica fuera del hogar y de manera in-directa se vean favorecidas. Todo esto son pasos positivos para las personas que son celíacas, que por supuesto no pueden tomar gluten, pero que también deben comer sano. Para todos, trabajaremos la educación nutricional para evitar malentendidos y facilitar la información necesaria para elegir con sentido común y buen criterio cómo debe ser nuestra dieta y quienes son en realidad los “villanos”

Jonathan Hernández
Dietista-nutricionista