lunes, 29 de abril de 2013

EL MONSTRUO DE LAS GALLETAS...

¿A quién no le gustan las galletas?
By Jordi 

Las tipo María, las doradas, con miel, con chocolate, integrales o con cereales, tipo digestive o dietéticas, redondas, cuadradas, rectangulares... para el desayuno, para la merienda o como caprichito después de comer o cenar... Solas, mojadas en leche, mezcladas con el yogur o acompañando el te.

Todos llevamos nuestro monstruo de las galletas dentro, seguro.

Este alimento tan delicioso y versátil, es un concentrado de energía ya que por sus ingredientes (harina, huevo, azúcar, grasas, y otros) tienen una composición nutricional que merece la pena comentar. Nos aportan una buena cantidad de calorías en forma de hidratos de carbono complejos, por las harinas y los cereales, de azúcar, y también de grasas, en función de los aceites o grasas que se hayan utilizado. Ya sabemos que ni las grasas, especialmente las saturadas, ni los azúcares, nos convienen en exceso. Para estar saludables y mantener nuestro peso, estos nutrientes deberían consumirse en pequeñas cantidades.

Con esta premisa, nos dirigimos un día al lineal del supermercado a curiosear cuán diferente es la composición nutricional de algunos tipos de galletas, y... vaya sorpresas! Nos fijamos en la cantidad de azúcar y grasas saturadas de unas cuantas marcas de galletas, todas ellas muy diferentes y el resultado es el que os mostramos en la tabla.

"Ranking" de galletas, ordenadas de mejor a peor en cuanto a contenido en grasas saturadas. By Gana Nutrición.
Resultó que no todo es lo que parece... si compras galletas dietéticas por pensar que serán más saludables o ligeras, si escoges la opción "50% menos azúcar", o si optas por las que te hacen la promesa "comegrasas"... mejor lee la información nutricional de las etiquetas primero y compara algunas opciones antes de comprar. A lo mejor resulta que las galletas tipo María de toda la vida son las más adecuadas...

Cuanto más azúcar y más grasas saturadas tengan las galletas, u otros alimentos similares, peor perfil nutricional tienen, y menos recomendables son... has visto en nuestro ranking cuáles son las peores? Galleta dietética "comegrasas" la que tiene más azúcar y más grasas totales y saturadas, increíble!

No está mal entonces aquello de "busque y compare, y si encuentra algo mejor, cómprelo". Pues sí, la información siempre nos da libertad de escoger con mejor criterio, y el etiquetado de los alimentos está para eso, para informar a los consumidores. Y si escoges mejor lo que comes, ganas nutrición!

Nosotros incluso iríamos un poco más allá... enseñemos a nuestros pequeños a que nos acompañen a comprar, y a que participen activamente en la selección de alimentos, introduciéndoles ya en los criterios de salud y en la costumbre de leer también en el supermercado. Los niños aprenden rápido! ;-)

By Jordi

domingo, 14 de abril de 2013

A COMER!!!

El desayuno, la comida y la cena son nuestras comidas principales, aunque las dos últimas son aquellas para las que cocinamos o pasamos más tiempo preparando los alimentos que vamos a comer y también preparando la mesa en la que nos vamos a acomodar.

¿Qué elementos son importantes en nuestras comidas?

Por supuesto es muy importante que nuestras comidas sean equilibradas y variadas, incorporando diversos grupos de alimentos y diferentes alimentos de cada grupo. Pero no sólo eso es importante, también comeremos mejor y ganaremos nutrición si tenemos en cuenta otros factores o elementos como montar la mesa de forma adecuada y agradable, disponer de agua y pan, y a ser posible una ensalada de acompañamiento.

Mesa: Nuestro ritmo de vida es cada vez más trepidante pero a la hora de las comidas nos merecemos un alto en el camino. Dedicar un tiempo y un espacio a desayunar, comer y cenar, nos permite desconectar de nuestras labores y preocupaciones, nos da una oportunidad para relajarnos y también para disfrutar de lo que estamos comiendo y en ocasiones también de una buena compañía. El hecho de sentarnos a comer nos ayuda a ser más conscientes de la cantidad que tomamos, masticar más despacio, hacer mejor la digestión, aprovechar más los nutrientes. Además, de esta forma nuestro cerebro recibe más señales de saciedad (la masticación, el tiempo que dura la comida, el aspecto, sabor y olor de los alimentos...) con lo que estaremos más cerca de comer la cantidad que necesitamos.

Agua: En toda comida nos viene muy bien tener el agua a mano pues es un buen momento para aprovechar a hidratarnos. Mejor calmar la sed con el agua justo antes de empezar a tomar los alimentos, y a medida que vamos comiendo beber pequeñas cantidades según el cuerpo nos lo pida. Obviamente no conviene abusar y llenar el estómago de agua hasta el punto de dificultar o ralentizar la digestión. En general, ni zumos, ni leche, ni refrescos... Agua, bebida por excelencia en las comidas.

Pan: Integral, de semillas, blanco, de barra, de chapata...sea como sea a una comida sin pan realmente le falta algo. El pan completa las raciones de hidratos de carbono que debemos tomar al día, acompaña los platos que tomamos, nos permite disfrutar de algunos alimentos muy específicos como el aceite de oliva... ¿Comer pan o no comer pan? Definitivamente sí, teniendo en cuenta siempre que la cantidad es lo que importa. Si estamos a dieta para perder algún kilo o si somos mal comedores y nos cuesta acabarnos el plato, poco pan. Por el contrario, la persona que se queda con hambre con raciones normales, puede completar su comida y satisfacer su apetito con una buena ración de pan. Al fin y al cabo tampoco engorda tanto... otros alimentos que tomamos engordan más que el pan.

Ensalada: El plato de ensalada en la comida de acompañamiento es una buena manera de aumentar la cantidad de verdura que tomamos al día. No importa lo que haya para comer o cenar, siempre nos ayudará a ganar nutrición, tener la opción de picar algo de lechuga, tomate, pepino, cebolla, etc. Éstos son alimentos que aportan muchas vitaminas y muchos antioxidantes, y además fibra y pocas calorías. No tienen desperdicio, son imprescindibles y riquísimos!!!

Vino: Para ocasiones especiales, una copa de vino en la comida es un placer para el paladar. ;-)

miércoles, 3 de abril de 2013

¿COMES LO QUE NECESITAS?


¿Como mucho?, ¿Como poco?, ¿Como bien? Habitualmente no nos planteamos demasiado estas preguntas, pues comemos según los hábitos alimentarios que hemos adquirido a lo largo de nuestra vida. Tan sólo en situaciones específicas prestamos un poco más de atención a los alimentos que vamos a tomar, con el objetivo de mejorar nuestra nutrición, por ejemplo en el embarazo, en el deporte o en la pérdida de peso.

Nuestra forma de alimentarnos está condicionada por varios factores: lo que nos han enseñado, los hábitos adquiridos, los gustos personales y los condicionantes externos a nuestro alrededor. Si somos adultos, poco podemos hacer ya sobre lo que nos han enseñado, eso ya está hecho. Los gustos personales se construyen principalmente en la infancia y la adolescencia, pero por suerte podemos educar a nuestro paladar durante toda la vida, solo hay que darle oportunidades para probar. El contexto que nos rodea dificulta muchas veces las opciones de elección, las raciones o el tipo de alimentos que se nos ofrecen en los contextos lúdicos son un ejemplo, ¿quien va a comprar una ración pequeña de palomitas si la mediana o la grande vale casi lo mismo? Es que si escoges la pequeña, hasta la dependienta te mira raro! Y sobre los hábitos adquiridos sí podemos actuar, podemos mejorar nuestra alimentación, el cambio es posible, aunque en principio parezca lo más complicado de todo. La clave está en nuestra mente!

En nuestro cerebro se controlan las funciones del gusto y del olfato, que son las más directamente relacionadas con la toma de alimentos. El gusto es un sentido que, al igual que en el resto de animales, nos sirve para detectar sustancias químicas peligrosas para nuestra salud. Lo que ocurre es que ya hace muchos años que el ser humano dejó de utilizar esta función por consumir alimentos conocidos y preparados por él mismo. Además de esto, en las primeras etapas de la vida, el sabor dulce es el que se reconoce como seguro, pues es el primero aprendido durante la lactancia materna. Posteriormente cuando somos niños vamos aprendiendo a aceptar otros sabores. No son en vano entonces las caras divertidas de los bebés cuando prueban por primera vez la fruta, con su acidez, o la verdura, con su toque insípido comparada con la leche. Por suerte nuestro cerebro aprende a aceptar los alimentos con diferentes sabores, y ese proceso de aprendizaje nos suele resultar placentero, con lo que disfrutamos probando una nueva receta, un nuevo restaurante o una nueva cultura. Cocinamos y elaboramos los alimentos para deleitar al gusto, por tanto este sentido y su relación con lo psicológico es muy importante. El placer es muy importante.

Lo que sí nos preguntamos a menudo es, ¿por qué me gusta lo que no me conviene? Tiene dos explicaciones básicas. La primera es que la tendencia natural de nuestro organismo es tener cierta afinidad por los alimentos más calóricos, dulces y ricos en grasas, debido a que aún funcionamos con los “genes ahorradores”, esos que hacen que el cuerpo guarde reservas para las épocas de escasez. La cuestión es que en nuestro contexto actual, en países desarrollados, este mecanismo ahorrador no nos sirve de mucho y nos hace engordar. La otra explicación es que probablemente no hemos educado lo suficiente a nuestro paladar, y no le hemos acostumbrado a disfrutar de lo que es saludable. ¿No lo crees? Cuando una persona cambia sus hábitos alimentarios y los hace más sanos, difícilmente vuelve hacia atrás. Y la buena noticia es que siempre estamos a tiempo para aprender disfrutando de la comida.

Y, ¿qué hacemos con el entorno que nos ofusca? La información y el conocimiento son las mejores herramientas para que el contexto no sea una limitación para comer bien. A partir de ahí podremos realizar elecciones saludables, decidir qué voy a tomar y qué no, y decidir también cuánta cantidad es la que quiero. El cuerpo es muy sabio y la mente muy poderosa. Debemos escuchar a nuestro organismo, si tiene hambre o ansiedad, si ya está lleno después de una comida o si ya está saciado, todo son matices, pero las pequeñas diferencias en la alimentación del día a día, llevan al gran cambio. Esto es aplicable también a esos momentos en los que nos ponemos a dieta para perder unos kilos. Si restringimos mucho las calorías que vamos a tomar, nuestro organismo notará una gran diferencia que no entenderá como nosotros, y reclamará comer más, provocando más sensación de hambre y encima más almacenamiento de reservas “por si acaso”. Nuestra mente también tiene un gran poder en esta situación, si nos privamos de algo en gran medida, no haremos otra cosa que desearlo. Por eso, lo que funciona son los pequeños cambios y siempre de forma paulatina. Igual pasa cuando un niño debe aprender a comer, no conseguiremos que, si no come nada de fruta o verdura, cambie de un día para otro, hay que ir despacio.

Todo es tan complicado o tan fácil como lo queramos enfocar. En Gana Nutrición nos decantamos por la opción fácil. El truco para una alimentación saludable está en comer de todo, muy variado y sobre todo disfrutar. Si hay placer aprendemos rápido a comer bien!