¿Existe la dualidad del bien y del mal en la comida? Todos nosotros sabemos lo importante que es comer bien para disfrutar de una buena salud. Todos sabemos que comer mal nos perjudica y cuando hacemos un exceso la voz de la conciencia nos da un toque de aviso. Tenemos idea de que hay alimentos que son malos y por eso nos sentimos culpables cuando los tomamos. Pensamos que comer saludable es difícil pues nos obliga a privarnos de platos que nos gustan y además cuando algo se nos prohíbe más lo deseamos. Es más, en esas circunstancias pensamos mucho más en lo que no tenemos (en lo que no podemos comer) que en lo que sí tenemos (todo lo que sí podemos comer). El bien y el mal, lo prohibido y lo permitido... No, este no es el camino adecuado para una vivencia en armonía con nosotros y nuestra alimentación.
Permitidme hoy esta reflexión
personal que me apetece compartir. En mi entorno, tanto personal como laboral, algunas
personas me observan como modelo de buenos hábitos alimentarios, obviamente por
la sencilla razón de ser profesional de la salud dedicada la nutrición en
cuerpo y alma y de practicar con el ejemplo, claro. Muchas veces me hacen
comentarios del estilo “tu no debes comer estas cosas, verdad?” refiriéndose
por ejemplo a un dulce postre, a un trozo de pastel o a unos croisants. Y yo
siempre les digo que claro que como de “esas cosas”, sólo que lo hago en
ocasiones realmente especiales. Entonces viene el siguiente comentario “claro,
es que debes tener mucha fuerza de voluntad”… y yo contesto que no, que he
aprendido a comer bien disfrutando de todos los alimentos y que también me
deleito de esos “alimentos pecado” pero sólo de vez en cuando, cosa que no me
supone ningún sacrificio, privación, ni sensación de ansiedad. Yo no tengo más
voluntad, ni soy mejor, solo tengo más información, he aprendido y decido y
disfruto con criterio de salud. Y como pienso que la información es un derecho
que todos tenemos, por eso me gusta compartir la que conozco y la difundo.
Necesitamos aprender a comer. No
nacemos enseñados y, es más, no vivimos en un contexto en el que el saber
natural instintivo nos sirva pues nuestro contexto queda ya bastante lejos de
la vida en el campo en contacto con la naturaleza y con una disponibilidad
limitada de alimentos. Al contrario, nuestro contexto se aleja de esto y además
nos ofrece, afortunadamente, muchas opciones de compra de alimentos. De forma
instintiva tenemos afinidad por lo dulce, lo graso y lo calórico, pero esto
sólo nos protege en contextos de escasez de alimentos. Hay que educar al
paladar a apreciar todo tipo de alimentos. Pensemos por ejemplo que el límite
calórico que antes lo ponía el contexto (poca disponibilidad) ahora debemos
ponerlo nosotros.
Necesitamos conocer para escoger.
¿Cómo voy a comprar un buen ordenador adaptado a mis necesidades si no tengo ni
idea de informática? Necesitaré haber leído o estudiado durante un tiempo o
asesoramiento de un experto, aunque sea en la tienda un rato antes de la
compra, para poder hacer una adquisición mínimamente adecuada. Seguramente no
le hemos dado la importancia que se merece a la educación alimentaria. Somos lo
que comemos ya que es algo que hacemos a diario y que influye profundamente en
nuestra salud. Entonces aprendamos a comer, desde pequeños, igual que
aprendemos a leer, escribir o a lavarnos cada día. Pero eso sí, aprendamos de
una forma agradable, disfrutando de todo lo que probamos y con la paciencia
suficiente que requiere cualquier proceso de aprendizaje. Si conocemos los
alimentos y sus propiedades, compraremos con buen criterio.
Necesitamos disfrutar de la
comida. Es absurdo negar la parte social, emocional y placentera de la comida. No
solo nos alimentamos para nutrirnos, también lo hacemos para deleitarnos con
aquello que nos gusta. Es algo que forma parte y debe formar parte de la
alimentación. Comer tiene que ser agradable, un estímulo para nuestros
sentidos, la vista, el olfato, el gusto, el tacto, incluso el oído! Sabores,
colores, texturas, aromas, sonidos… Comer sano no significa dejar de disfrutar
con la comida, cuidarse no es prohibir. Y es más, aplicar la creatividad a la
comida es despertar esos sentidos para entrar en una nueva dimensión de lo que
significa comer bien. Un plato de verduras puede ser soso y poco estimulante si
tan sólo las hemos hervido, pero, ¿qué ocurre si las hacemos en un wok y les
ponemos especias, una puntita de sal y aceite de oliva? Delicioso!
Dicho todo esto y como les digo a muchas de las personas que me consultan, que no hay
ningún alimento que se deba prohibir o eliminar de la dieta por malo (excepto
si se tiene una alergia o una intolerancia), pero que tampoco hay ningún
alimento que sea tan “súper” bueno que debamos tomarlo desproporcionadamente
para obtener sus beneficios. Que todos y cada uno de los alimentos tienen unas
propiedades que determinan su riqueza y características nutricionales y su
contenido calórico. Y que dependiendo de esto lo que sí tenemos que saber es la
cantidad y frecuencia de consumo adecuado para cada uno de nosotros. Fruta y
verdura cada día sí, churros cada día no.
Si la dieta es saludable en el día a
día, ¿por qué no vamos a poder comer un capricho un día especial? Se puede y sin
remordimientos J
Dra. Laura I. Arranz
Fundadora de Gana Nutrición
@LauraIArranz
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