lunes, 22 de junio de 2015

¿EXISTE EL BIEN Y EL MAL EN EL COMER?

¿Existe la dualidad del bien y del mal en la comida? Todos nosotros sabemos lo importante que es comer bien para disfrutar de una buena salud. Todos sabemos que comer mal nos perjudica y cuando hacemos un exceso la voz de la conciencia nos da un toque de aviso. Tenemos idea de que hay alimentos que son malos y por eso nos sentimos culpables cuando los tomamos. Pensamos que comer saludable es difícil pues nos obliga a privarnos de platos que nos gustan y además cuando algo se nos prohíbe más lo deseamos. Es más, en esas circunstancias pensamos mucho más en lo que no tenemos (en lo que no podemos comer) que en lo que sí tenemos (todo lo que sí podemos comer). El bien y el mal, lo prohibido y lo permitido... No, este no es el camino adecuado para una vivencia en armonía con nosotros y nuestra alimentación.

Permitidme hoy esta reflexión personal que me apetece compartir. En mi entorno, tanto personal como laboral, algunas personas me observan como modelo de buenos hábitos alimentarios, obviamente por la sencilla razón de ser profesional de la salud dedicada la nutrición en cuerpo y alma y de practicar con el ejemplo, claro. Muchas veces me hacen comentarios del estilo “tu no debes comer estas cosas, verdad?” refiriéndose por ejemplo a un dulce postre, a un trozo de pastel o a unos croisants. Y yo siempre les digo que claro que como de “esas cosas”, sólo que lo hago en ocasiones realmente especiales. Entonces viene el siguiente comentario “claro, es que debes tener mucha fuerza de voluntad”… y yo contesto que no, que he aprendido a comer bien disfrutando de todos los alimentos y que también me deleito de esos “alimentos pecado” pero sólo de vez en cuando, cosa que no me supone ningún sacrificio, privación, ni sensación de ansiedad. Yo no tengo más voluntad, ni soy mejor, solo tengo más información, he aprendido y decido y disfruto con criterio de salud. Y como pienso que la información es un derecho que todos tenemos, por eso me gusta compartir la que conozco y la difundo.

Necesitamos aprender a comer. No nacemos enseñados y, es más, no vivimos en un contexto en el que el saber natural instintivo nos sirva pues nuestro contexto queda ya bastante lejos de la vida en el campo en contacto con la naturaleza y con una disponibilidad limitada de alimentos. Al contrario, nuestro contexto se aleja de esto y además nos ofrece, afortunadamente, muchas opciones de compra de alimentos. De forma instintiva tenemos afinidad por lo dulce, lo graso y lo calórico, pero esto sólo nos protege en contextos de escasez de alimentos. Hay que educar al paladar a apreciar todo tipo de alimentos. Pensemos por ejemplo que el límite calórico que antes lo ponía el contexto (poca disponibilidad) ahora debemos ponerlo nosotros.   

Necesitamos conocer para escoger. ¿Cómo voy a comprar un buen ordenador adaptado a mis necesidades si no tengo ni idea de informática? Necesitaré haber leído o estudiado durante un tiempo o asesoramiento de un experto, aunque sea en la tienda un rato antes de la compra, para poder hacer una adquisición mínimamente adecuada. Seguramente no le hemos dado la importancia que se merece a la educación alimentaria. Somos lo que comemos ya que es algo que hacemos a diario y que influye profundamente en nuestra salud. Entonces aprendamos a comer, desde pequeños, igual que aprendemos a leer, escribir o a lavarnos cada día. Pero eso sí, aprendamos de una forma agradable, disfrutando de todo lo que probamos y con la paciencia suficiente que requiere cualquier proceso de aprendizaje. Si conocemos los alimentos y sus propiedades, compraremos con buen criterio.

Necesitamos disfrutar de la comida. Es absurdo negar la parte social, emocional y placentera de la comida. No solo nos alimentamos para nutrirnos, también lo hacemos para deleitarnos con aquello que nos gusta. Es algo que forma parte y debe formar parte de la alimentación. Comer tiene que ser agradable, un estímulo para nuestros sentidos, la vista, el olfato, el gusto, el tacto, incluso el oído! Sabores, colores, texturas, aromas, sonidos… Comer sano no significa dejar de disfrutar con la comida, cuidarse no es prohibir. Y es más, aplicar la creatividad a la comida es despertar esos sentidos para entrar en una nueva dimensión de lo que significa comer bien. Un plato de verduras puede ser soso y poco estimulante si tan sólo las hemos hervido, pero, ¿qué ocurre si las hacemos en un wok y les ponemos especias, una puntita de sal y aceite de oliva? Delicioso!

Dicho todo esto y como les digo a muchas de las personas que me consultan, que no hay ningún alimento que se deba prohibir o eliminar de la dieta por malo (excepto si se tiene una alergia o una intolerancia), pero que tampoco hay ningún alimento que sea tan “súper” bueno que debamos tomarlo desproporcionadamente para obtener sus beneficios. Que todos y cada uno de los alimentos tienen unas propiedades que determinan su riqueza y características nutricionales y su contenido calórico. Y que dependiendo de esto lo que sí tenemos que saber es la cantidad y frecuencia de consumo adecuado para cada uno de nosotros. Fruta y verdura cada día sí, churros cada día no. 

Si la dieta es saludable en el día a día, ¿por qué no vamos a poder comer un capricho un día especial? Se puede y sin remordimientos J

Dra. Laura I. Arranz
Fundadora de Gana Nutrición

@LauraIArranz    

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