Las diferentes etapas de
la vida por las que pasamos pueden comportar (y comportan) cambios en
nuestra fisiología, así como hormonales e incluso también
psicológicos. Como ya sabemos, los cambios fisiológicos
condicionarán la capacidad de realización de ejercicio físico,
haciéndonos más o menos “adaptados” a éste. Por ejemplo, las
condiciones físicas y el entorno hormonal no son iguales en un niño
en plena edad de crecimiento que en un adulto. Una situación
peculiar es la de la mujer en la etapa de postparto, veamos qué es
lo que ocurre.
¿Puede rendir igual
una mujer después de dar a luz?
Así es, parece ser que
una vez dado a luz, las mujeres presentarían mejores condiciones
para la práctica deportiva (como lo oyen). El médico alemán Ernst
Von Aaken, especialista en esfuerzo y resistencia, fue uno de los
primeros en estudiar los posibles beneficios que el embarazo puede
proporcionar en la mejoría de rendimiento de las atletas. Von Aaken
estudió a 15 corredoras alemanas que tuvieron hijos durante su vida
profesional. Todas las corredoras se mostraron de acuerdo en qué
después del parto estaban “más duras” y que tenían más fuerza
y capacidad de resistencia.
Más tarde, el Dr. Clapp concluyó que
las mujeres que habían tenido bebés aumentaban hasta un 7 % su
capacidad aerobia, incrementándose además el volumen de sangre, la
masa ósea ósea y el ritmo metabólico. Estos cambios se mantendrían
durante 3 años.
Estos estudios llegaron
incluso a plantear el “dopaje por embarazo”, idea que enseguida
fue censurada por la sociedad deportiva. Con todo esto, es arriesgado
sacar conclusiones sobre el efecto del embarazo sobre el rendimiento
deportivo debido, en parte, a la bajada de forma física que sucede
durante la etapa gestacional (lo que provocaría una mayor percepción
de forma física una vez dado a la luz) y a la falta de estudios de
rigor.
¿Y cómo debe ser la
alimentación en estos casos?
La alimentación de la
mujer deportista en edad fértil debe estar adaptada a sus
necesidades energéticas diarias, siendo dietas bajas en calorías
las principales causantes de una ralentización del metabolismo (lo
que provoca el conocido como “efecto rebote”). Además, las
mujeres presentan un mayor uso de grasas intramusculares (los
llamados triglicéridos intramusculares) como fuente energética, por
lo que en esta población, alimentos como el aceite de oliva, frutos
secos, aguacate o diferentes semillas como el lino, deberían estar
presentes en en la dieta. A diferencia de lo que muchos puedan
pensar, este aporte de grasa en la dieta no conllevará un aumento en
el % graso corporal total si lo contextualizamos en una dieta con la
cantidad de energía adecuada. Por otra parte, y dependiendo de la
actividad física que realice, el aporte de cereales integrales,
pastas o legumbres no debe estar excluido, ya que son necesarios para
asegurar un correcto rendimiento y recuperación muscular, así como
para evitar la pérdida de masa muscular.
En cuanto a las vitaminas
y minerales, hemos de vigilar aquellas que puedan ser especialmente
deficitarias en el género femenino, como el hierro, el calcio o la
vitamina D. Se puede recomendar alimentos enriquecidos en estos
micronutrientes, pero una alimentación equilibrada donde haya una
correcta combinación de los alimentos puede ser la clave en este
asunto.
Jordi Costa
@GanaNutricion
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