lunes, 6 de octubre de 2014

EDULCORANTES: ¿BUENOS O MALOS?

Durante los últimos días he visto en diversas fuentes la noticia que va desfilando por allí sobre un estudio de la revista Nature (1) referente a la sacarina (y otros edulcorantes artificiales) y sus efectos “no muy healthies” por decirlo de alguna manera, que relacionan el consumo de estas sustancias con modificaciones en la microbiota intestinal (aquellos bichitos que según una marca mantienen nuestras barrigas felices), y que pueden conducir a un aumento de peso, dificultar el control de los niveles sanguíneos de azúcar y aumentar el riesgo de padecer diabetes tipo 2. Es curioso como se dice en algunas fuentes de estas noticias que no deben saltar las alarmas, pero si nos ponemos a leer es inevitable sentir preocupación según cómo lo van comentando. Y lo peor de todo es que en ocasiones se puede inducir a error o generar falsas creencias.

Por una parte, no es menoscabo destacar que el estudio ha sido realizado en RATAS; unos animalitos que tanto uso tienen en el laboratorio y con una superficie corporal muy distinta a la de un humano adulto, y con un metabolismo muy diferente al nuestro, y que las dosis que se toleran de una sustancia varían significativamente: es decir, si a las ratas les damos las dosis que tolera normalmente un ser humano (cantidad basada en la IDA o ingesta diaria admisible de cada sustancia) no es de extrañar que algo malo les pase, ¿O alguien de nosotros ha probado beber la cantidad de agua que bebe un elefante y ver qué tan saludable es? Sí que es cierto que para poder hacer estudios en seres humanos hay que pasar por una serie de ensayos previos en los que se incluyen los estudios con animales, y pese a que en este mismo estudio se realizaron pruebas en 7 voluntarios, es un número de individuos que a nivel estadístico no es en absoluto significativo, y que como bien otros han comentado, el efecto ha sido evaluado durante un período muy corto (entre otros aspectos de diseño del estudio) (2). 

Según una de las fuentes, uno de los investigadores encargados de susodicho estudio respondió que no habían analizado la estevia y que no podían especular sobre sus efectos en la flora intestinal, comentándose luego que la estevia es un edulcorante de origen “natural” y la sacarina y el resto artificiales (3): ¿Es posible que de alguna manera también se esté intentando reforzar la fama de la estevia frente a los otros edulcorantes? Con todos mis respetos, la pastilla que uno toma de estevia muy natural no es (no es un formato propio de la naturaleza), y la planta estoy seguro que muy dulce tampoco debe de ser. 

Además, es importante resaltar que la ingesta diaria admisible de la estevia es mucho menor que la del resto de edulcorantes (10 veces menos que el aspartamo) es decir, a dosis más bajas que el aspartamo podría ser más tóxica (¡Que sorpresa!). Para quien lo dude, le convido a leer la reglamentación (4). Desde el punto de vista de seguridad alimentaria, los edulcorantes artificiales están bastante controlados por la Comisión Europea y la EFSA (European Food Safety Authority – Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria) en cuanto a aspectos de toxicidad, con unos criterios muy rigurosos que nos pueden mantener tranquilos en cuanto lo “dañino” de ellos. 

Si bien este tipo de efectos fisiológicos que se plantean con este estudio podrían estudiarse quizás más, es importante tener en cuenta muchos otros factores a la hora de hablar de este tipo de asuntos en nutrición, básicamente porque nuestra alimentación se basa en una mezcla de muchos alimentos con muchos componentes que interaccionan entre sí (y no solo de uno como fueron alimentados estos ratones), y que muchas de estas interacciones son difíciles de determinar a grandes escalas como es el ser humano. Quizás esto responda de alguna manera a lo que se mencionaba en una de las fuentes de prensa (supuestamente por parte del investigador responsable): (…) ha admitido que “durante años he estado tomando grandes cantidades de café y consumiendo edulcorantes pensando que no eran perjudiciales y personalmente he tomado la decisión de dejar de consumirlos”.

No parece razonable que se promulguen este tipo de comentarios que puedan inducir a malas concepciones anticipadas en la población sobre los alimentos, más aún cuando hay presentes tantas tendencias y modas sin una base sustentable. Hablar de nutrición no es fácil, y menos aún dar consejo, porque se deben tener en cuenta muchos factores, y obviamente (como oí una vez de pequeño) todo exceso es un error; es decir, el problema no está en la cosa en sí, sino en el uso que se le puede dar… y tal como decía en su momento Paracelso, “la dosis hace al veneno”. No hay más declaraciones su señoría.

Jonathan Hernández
Dietista-Nutricionista
Bibliografía:


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