Imaginemos que no
supiéramos si mañana vamos a poder comer algo...
Está claro que en este contexto si tuviéramos la oportunidad de comer hoy, escogeríamos tomar lo más calórico posible o la mayor cantidad de alimentos. Imaginemos que mañana probablemente no tengamos apenas nada para comer y que hoy nos ofrecen una lechuga o un trozo de chocolate... Obviamente iremos a por el trozo de chocolate o a por ambas cosas si pudiéramos. Aunque esto parece absurdo, en realidad, así hemos vivido en la historia de la humanidad más años de los que nos pensamos y este es uno de los motivos por los cuáles nuestro instinto nos mueve hacia lo calórico. Es una cuestión de supervivencia. Y a pesar de ser una explicación que simplifica mucho cómo funciona nuestro organismo y la regulación del metabolismo, nos sirve para entender el papel de la educación nutricional a día de hoy. El contexto, en los países desarrollados, no es la escasez de alimentos, por tanto mañana no nos faltará comida y lo que necesitamos es aprender a comer lo necesario para no enfermar por deficiencias pero tampoco por excesos. La buena noticia es que siempre estamos a tiempo para aprender mientras disfrutamos de la comida.
Está claro que en este contexto si tuviéramos la oportunidad de comer hoy, escogeríamos tomar lo más calórico posible o la mayor cantidad de alimentos. Imaginemos que mañana probablemente no tengamos apenas nada para comer y que hoy nos ofrecen una lechuga o un trozo de chocolate... Obviamente iremos a por el trozo de chocolate o a por ambas cosas si pudiéramos. Aunque esto parece absurdo, en realidad, así hemos vivido en la historia de la humanidad más años de los que nos pensamos y este es uno de los motivos por los cuáles nuestro instinto nos mueve hacia lo calórico. Es una cuestión de supervivencia. Y a pesar de ser una explicación que simplifica mucho cómo funciona nuestro organismo y la regulación del metabolismo, nos sirve para entender el papel de la educación nutricional a día de hoy. El contexto, en los países desarrollados, no es la escasez de alimentos, por tanto mañana no nos faltará comida y lo que necesitamos es aprender a comer lo necesario para no enfermar por deficiencias pero tampoco por excesos. La buena noticia es que siempre estamos a tiempo para aprender mientras disfrutamos de la comida.
Algunos datos curiosos...
En nuestro cerebro se controlan las funciones del gusto y del olfato,
que son las más directamente relacionadas con la toma de alimentos.
El gusto es un sentido que, al igual que en el resto de animales, nos
sirve para detectar sustancias químicas peligrosas para nuestra
salud. Lo que ocurre es que ya hace muchos años que el ser humano
dejó de utilizar esta función por consumir alimentos conocidos y
preparados por él mismo. Además de esto, en las primeras etapas de
la vida, el sabor dulce es el que se reconoce como seguro, pues es el
primero aprendido durante la lactancia materna. Posteriormente cuando
somos niños vamos aprendiendo a aceptar otros sabores. No son en
vano entonces las caras divertidas de los bebés cuando prueban por
primera vez la fruta, con su acidez, o la verdura, con su toque
insípido comparada con la leche. Por suerte nuestro cerebro aprende
a aceptar los alimentos con diferentes sabores, y ese proceso de
aprendizaje nos suele resultar placentero, con lo que disfrutamos
probando una nueva receta, un nuevo restaurante o una nueva cultura.
Cocinamos y elaboramos los alimentos para deleitar al gusto, por
tanto este sentido y su relación con lo psicológico y con lo
emocional es muy importante. El placer es muy importante. La
comida siempre debería tener una connotación positiva.
Y si te sigues
preguntando, ¿por qué me gusta lo que no me conviene? Recuerda
estas dos explicaciones básicas. La primera es que la tendencia
natural de nuestro organismo es tener cierta afinidad por los
alimentos más calóricos, dulces y ricos en grasas, y como además
la mayoría funcionamos con los “genes ahorradores”, éstos hacen
que el cuerpo guarde reservas para las épocas de escasez. La
cuestión es que en nuestro contexto actual, en países
desarrollados, estas afinidades por lo calórico y este mecanismo
ahorrador no nos sirve de mucho y nos hace engordar. La segunda
explicación es que probablemente no hemos educado lo suficiente a
nuestro paladar, y no le hemos acostumbrado a disfrutar de lo que es
saludable de verdad. ¿Te parece extraño? No lo es.
Tengamos en cuenta que
nuestra forma de alimentarnos está condicionada por varios factores,
los principales son:
- lo que nos han enseñado
- los hábitos adquiridos
- los gustos personales
- los condicionantes externos de nuestro alrededor
Sobre lo que nos han
enseñado siempre se puede trabajar mediante la educación
nutricional en mejoras si hay ideas o hábitos equivocadas. Sobre los
gustos personales, que se construyen principalmente en la infancia y
la adolescencia, también podemos incidir pues podemos educar a
nuestro paladar durante toda la vida, solo hay que darle
oportunidades para probar. El contexto que nos rodea condiciona y a
veces dificulta las opciones de elección, las raciones o el tipo de
alimentos que se nos ofrecen. Por ejemplo en algunos contextos
lúdicos, “¿quien va a comprar una ración pequeña de palomitas
si la mediana o la grande vale lo mismo?” Es que si escoges la
pequeña, hasta la dependienta te mira raro! Pero salvo estos
extremos, si tenemos la información suficiente, siempre podremos
escoger con criterio de salud sobre lo que nos ofrece nuestro
entorno. El cambio siempre es posible y la clave está en la
información y en la motivación de cada uno de nosotros.
Cuando una persona cambia sus hábitos alimentarios y los hace más sanos, difícilmente vuelve hacia atrás porque se encuentra mejor.
Cuando una persona cambia sus hábitos alimentarios y los hace más sanos, difícilmente vuelve hacia atrás porque se encuentra mejor.
La información y el
conocimiento son las mejores herramientas para que el contexto no sea
una limitación para comer bien. A partir de ahí podremos realizar
elecciones saludables, decidir qué voy a tomar y qué no, y decidir
también cuánta cantidad es la que quiero. El cuerpo es muy sabio y
la mente muy poderosa. Debemos escuchar a nuestro organismo, si tiene
hambre o ansiedad, si ya está lleno después de una comida o si ya
está saciado, todo son matices, pero las pequeñas diferencias en la
alimentación del día a día, llevan al gran cambio. Esto es
aplicable también a esos momentos en los que nos ponemos a dieta
para perder unos kilos. Si restringimos mucho las calorías que vamos
a tomar, nuestro organismo notará una gran diferencia que no
entenderá como nosotros, y reclamará comer más, provocando más
sensación de hambre y encima más almacenamiento de reservas “por
si acaso”. Nuestra mente también tiene un gran poder en esta
situación, si nos privamos de algo en gran medida, no haremos otra
cosa que desearlo. Por eso, lo que funciona son los pequeños
cambios y la constancia.
Todo es tan complicado o
tan fácil como lo queramos enfocar. En Gana Nutrición nos
decantamos por la opción fácil. El truco para caminar hacia una
alimentación saludable está en hacer pequeños cambios y sobre todo
en comer muy variado y disfrutar. Si hay placer aprenderemos
rápido a comer bien ;)
Dra. Laura I. Arranz
@GanaNutricion
info@gananutricion.es
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